martes, 19 de abril de 2005

Habetis Papam

No es que me concierna. La verdad, poco me importa si hay o no hay Papa; pero estando rodeado de católicos, ya sean practicantes o acomodaticios, no puedo dejar de verme afectado (sí, afectado) de una forma u otra por la susodicha elección.
A pesar de mi ateísmo, mi primera reacción fue de cierto nivel de horror y, ¿por qué no decirlo?, de decepción. Uno esperaría que una institución como esa iglesia tendería a actualizarse, ir a un, como decían ellos mismos hace unos años, aggiornamento. Pero no. Lo que hemos visto, y lo lamento por mis allegados y no tan allegados católicos, es un retroceso de, cuando menos, tres siglos: cuando el nuevo Papa es quien fue el Gran Inquisidor, como reza el dicho, que Dios nos agarre confesados. Porque el retroceso experimentado durante el pontificado de Woytila, en términos de conceptos relacionados con la participación de la mujer; la homosexualidad; los anticonceptivos y la represiva visión de la sexualidad, incluso dentro del matrimonio, se verá como progresismo ante lo que estamos por ver. Porque, ¿qué se puede esperar de quien dirigió el Santo Oficio (no importa si lo llaman de otro modo: la Inquisición siempre será la Inquisición) durante 24 años? ¿Qué se puede esperar de uno de los máximos dirigentes del catolicismo que, como esa iglesia en general, hizo la vista gorda ante los miles (sí, miles) de casos de abuso sexual cometidos por sacerdotes de cualquier nivel jerárquico?
He visto y oído por televisión las expresiones de júbilo de los católicos de a pie; lo lamento por ellos: no se imaginan la que se les viene encima. Lo que sí me parece que viene con esta, a mi juicio, desacertada elección, es, si no el final, sí el debilitamiento doctrinario (aunque suene paradójico por los antecedentes de Ratzinger) y la gran desbandada de fieles, que si bien han aumentado en África, en el resto del mundo, incluyendo su gran bastión que es Latinoamérica, ha ido en franco descenso y ahora caerá en picada.
Repito: no es que me concierna, pero habré de soportar estoicamente (o quizás no) los lamentos de quienes creyendo que iban a la gloria, van exactamente en dirección contraria.
Sí: Habetis Papam, yo no.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tus comentarios son muy agudos, y me alegra mucho ver que sacas provecho a este medio para expresar tus ideas. Viene como anillo al dedo para alguien con mucho que decir.

Por otra parte, me atrevería a decir que no eres tan ateo como te pintas, si me permites ampliar el significado de lo que dios puede ser (y escribo "dios" con minúscula porque en realidad es algo tan común como el corazón o el alma).

Yo creo que todos tenemos un dios, incluso nosotros los "ateos". Hay algo que nos mueve, que nos impulsa, que nos hace creer en alguna cosa, que nos hace sentir pequeños ante su grandeza, y que nos hace sentir seguros. En algo ponemos nuestra fe. Para algunos, dios puede ser la amistad, el dinero, o un animal. Para los despechados, seguramente dios es el objeto de su amor no correspondido.

Cualquier religión implica una creencia ciega en algo más grande y poderoso que llega a condicionar nuestra forma de pensar y actuar, incluso cuando nuestros pensamientos y actos contradicen esa religión.

Yo sé que tú crees en algo. Hasta el más cínico e incrédulo cree en algo. El problema es que nos pasamos una buena parte de la vida tratando de descubrir qué es eso que merece nuestra devoción.

Corriendo un altísimo riesgo de ser cursi y trillado, confieso que mi dios es lo que llamamos "amor", en su definición más amplia posible. Yo sí creo que eso lo mueve y lo logra todo. Y, como anticristo, el miedo. El miedo también puede mucho.

Bueno, me fui mucho más allá del fondo de tus comentarios; pero, qué más, para esto son los bicharangos que llaman "blogs", ¿no?

Te felicito de nuevo por tus comentarios, porque para mí tienen mucho de verdad, aunque Giovanni Paolo me parecía retesimpático y adorable.

Un fuerte abrazo para ti.

luiser